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La meta del caminante

Alcé mis ojos y encontré la mirada atenta de unos rostros que me parecían familiares. Conocía el aluvión de interacciones que tendría lugar si optaba por hacerlo, pero no tenía más remedio que avanzar y atravesar el gentío. Quedarse quieto no era una opción. Ya estaba decidido. Me adentré sin mirar atrás y, en segundos, me sentí engullido por la masa.


Fueron a los pocos pasos cuando el momento más temido llegó de la mano de una señora que, viendo que su buena época había pasado, se preguntaba cuándo llegaría la de los demás. Llevándome del brazo hacia su abrigo de piel me atrajo con cariño para formularme una cuestión ante la que no estaba preparado: “Dime guapo… ¿Tú que vas a ser de mayor?”. Fue entonces cuando pasó. Visualicé la sombra de un ente vestido de negro al que llamaban ´Futuro´ y vi como aguardaba sentado. Sabía que tenía que llegar hasta él. No se inmutaba y se limitaba a esperar: también quería oír mi respuesta. El silencio dominó mi voz y la incertidumbre nubló mi mente. Seguí caminando. Miré bajo mis pies y vi como el tiempo pasaba. Yo andaba sobre él. A las pocas zancadas escuché ciertos elogios. Aquellos que me rodeaban me daban la enhorabuena por mis resultados académicos. “Serás alguien importante”, me decían. Yo solo bajaba mi cabeza y, sin hacer mucho caso, volvía a mirar hacia el ente anterior para percatarme de cómo cambiaba de forma. Ahora se convertía en una pálida dama vestida de blanco que me observaba con desdén. Obedecía al nombre de ´Duda´ y, sin inmutar la expresión de su rostro, bastaba con coincidir con su negra mirada para caer en la más grande inseguridad. 


A pesar de ello, intentaba continuar mi camino, aunque no supiera muy bien dónde me iba a llevar… Pronto los murmullos se iban acallando y las caras más conocidas se desdibujaban para dar paso a nuevos y desconocidos rostros. Miré hacia atrás y observé a mis padres. Me habían acompañado en todo el trayecto, pero ya no avanzaban a mi lado. Se habían soltado de mi mano y, entre sollozos, articulaban: “Es hora de que camines sólo… Ya estás preparado”. Una lágrima cruzó rauda por mi mejilla, fugaz y veloz como la muerte de una estrella. Con temor a caerme en mi siguiente paso, dirigí la vista hacia adelante. Esta vez una silueta oscura con una gran capa roja se paseaba. No era otra cosa que el ´Miedo´, enemigo tan paralizante como el peor de los venenos. Un escalofrío recorrió mi ser al estar ante su presencia, pero sabía que no podía dejarme ganar, por lo que retiré mi mirada de la suya para centrarme en aquellos que ahora estaban conmigo: desconocidos que pronto formaron parte de mi y que me acompañarían en mi viaje mostrándome diversas manera de proseguir. 

Así, poco a poco, pasaron los años, los temores, la experiencia y las sensaciones… un cúmulo de factores que, cuando no tenía más fuerzas tiraban de mí. Hoy puedo responder a esa amable anciana que me preguntaba por un futuro lleno de dudas y miedos, mostrándome cómo era necesario plantearse ciertas cuestiones que, a pesar de estar lejanas en el tiempo, eran de vital importancia. Ahora puedo mirar atrás y ver aquello que impedía mi camino; girarme y encontrarme con semblantes del pasado y del presente que, de la mano, me muestran las puertas futuras tras la que comienza la siguiente etapa de mi aventura. En este momento veo con lucidez la claridad y transparencia de mi respuesta: “De mayor quiero ser aquello por lo que hasta hoy he luchado: un hombre de bien que camina con una meta definida y que se detiene para observar su recorrido, poder contarlo y ayudar a los demás… Sí, eso es… ahora lo sé… de mayor quiero ser lo que ya soy: Periodista”.

1 comentario:

  1. que bonito se t ha quedado jooo , la verdad esque cada palabra esta reflejada en tí ...
    Simplemente , precioso :)

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