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Prejuicios al volante


Aproximo el asiento, gradúo los espejos y me pongo el cinturón de seguridad. Es rara ya la naturalidad con la que hago todo esto… La verdad es que desde hace unas semanas éste se ha convertido en mi nuevo ritual. Ahora me intento relajar; respiro. Pongo el intermitente y acelero. Otro día más toca clase práctica. Sabes que se acerca el momento del examen y que hay días en los que lo haces mejor y otros en los que, simplemente, la cosa no funciona.
Mientras doy vueltas por la ciudad me doy cuenta de la cantidad de infracciones que se comenten ante nuestros ojos: esa anciana que no se decide si cruzar el paso de peatones o no (y eso cuando le da por cruzar por un paso de cebra), el nene joven con el coche tuneado que se pasa los cedas, aquel hombre irritado que desde su automóvil te pita cuando el semáforo lleva una milésima de segundo en verde o esa mujer que, nada más ver el cartel de Autoescuela, recuerda lo mal que lo pasó ella para sacarse el carnet y se pone de los nervios, toca el claxon y adelanta como si un examinador la estuviera persiguiendo para volverla a suspender… Es increíble la de prejuicios que mucha gente tiene solo porque estás aprendiendo a conducir. Si te ven joven, novato, poco decidido y sin experiencia, date por adelantado, pitado, gritado y, en el peor de los casos, suspenso. Ante todo esto, me pregunto: ¿Es tan difícil circular por la calle, ya se sea conductor o peatón, respetando mínimamente el Código de Circulación? A veces imagino qué pasaría si un día de examen, el examinador tuviera potestad para sancionar, no solo al conductor al que examina, sino a la anciana que cruza por donde le nace, al nene tuneado, al irritado del claxon y la mujer de los nervios… Sinceramente, creo que ese día, y durante una temporada, habría mucho menos tráfico por la ciudad.
Aprender a conducir es diferente para cada tipo de persona: los hay espabilados que en poco tiempo se sacan el carnet, y otros que ven a los espabilados y en poco tiempo también quieren sacárselo ellos; los hay lanzados que, aún mal conduciendo, saben salir airosos de todas situaciones gracias a sus reflejos, y otros que, el reflejo de salir airosos lo dejaron en la cuneta; y, finalmente, hay alumnos que rezan por aprobar, y profesores que rezan día y noche para que, de una vez, ese alumno apruebe. Hay tanto tipos de alumnos como de coches y tantas maneras de conducir como matrículas en el mundo… Pero la sensación de sentir el motor en tus pies y llevar la dirección en tus manos, junto con la idea permanente de que en ese momento eres tú dominando la máquina, hace que el coche se convierta, prácticamente, en un prolongación de tu cuerpo, una especia de extremidad que hay que saber manejar siempre con Precaución, Previsión y Perspectiva. Son las tres P´s con las que aprovecho para recordar a todos los estereotipos de conductores que puedan leer esto, que ellos también fueron alguna vez novatos al volante y que no hay que olvidar las primeras sensaciones al coger un coche, pues si ellos no dan ejemplo a los nuevos conductores que les siguen, no pueden quejarse luego de las infracciones que les cometen. Así pues, eliminemos perjuicios y seamos, ante todo, respetuosos al volante.

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