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La nueva inquisición de siglo XXI


Fue en el año 1991 cuando Troy Davis fue condenado a muerte por, supuestamente, (y reitero el supuesto) haber matado a un policía en 1989. El juicio ha durado varios años y a pesar de que no se ha encontrado un móvil concreto al asesinato y de que siete de los nueves testigos que lo acusaban han retirado su declaración, una inyección letal ha puesto fin a su vida esta misma madrugada en Georgia, EE.UU.

Sin oportunidad previa de pasar por un polígrafo que, a falta de pruebas, confirmara su inocencia, Davis afirmaba esta misma madrugada antes de morir: "No fue mi culpa. No tenía una pistola. Soy inocente". A sus 42 años, este hombre de raza negra, con su caso, ha reabierto el debate del "hombre negro juzgado por matar a un hombre blanco" y, sobretodo y, más importante: "¿Debería seguir existiendo en EE.UU. la pena de muerte?"

La Corte Suprema apeló hasta el último momento para salvar a Davis del corredor pero, finalmente, y tras la ejecución, fue solo silencio lo que reinó entre los muchos manifestantes que se reunían para pedir clemencia y declarar esta injusticia, que ante los ojos de la humanidad, y en pleno siglo XXI, se ve como un asesinato legalmente consentido.

¿La razón de su condena? Según el jurado se encuentra en la similitud de los casquillos de bala encontrados en el lugar del homicidio y los hallados en el lugar de otro tiroteo ocurrido más temprano y que, de igual forma, y reitero la expresión "supuestamente", podrían provenir de una pistola no encontrada de Davis.

Ante todo esto, la madre del policía asesinado, Anneliese MacPhall confirmaba con total seguridad y ante todos los medios de comunicación, su convencimiento ante la culpabilidad del presunto asesino de su hijo. Frente a ello es lícito cuestionarse que, de cierta forma se ha ejecutado a un hombre sin pruebas evidentes, pero de haberlas habido ¿Es justo pagar la vida de un hombre por la de otro? ¿Va a devolverle la ejecución de Davis, la vida al hijo de MacPhall? O es más ¿Va resarcir la muerte de este hombre el dolor de la madre de la víctima? Muchas preguntas a las que ni siquiera Barack Obama ha querido prestar atención, ya que según menciona su portavoz, Jay Carney: "No es apropiado para un presidente de EE.UU intervenir en casos específicos como éste", ante lo cual yo me cuestiono: ¿No fue elegido Obama para esto, es decir, para defender a los ciudadanos de su nación y velar por los intereses y seguridad de los estadounidenses? ¿O es que solo está ahí para destacarse como el hito histórico del "primer negro en la Casa Blanca" y mandar tropas a Irak y Afganistán? Irónicamente hablando, no me cuadra...

Creo que, tal y como declararon los abogados de Davis: "Se ha intentado demostrar su inocencia y desgraciadamente, el Departamento de Corrección ha negado la oportunidad". La vida de este hombre ya ha finalizado, pero espero que este caso nos sirva para despertar del letargo en el que nos sumergimos con estos temas y darnos cuenta de que, desde 1976 se han ejecutado a 1269 personas entre los 33 estados de EE.UU, pero, actualmente, son más de 3200 personas las que esperan su destino en el corredor de la muerte. Ante todas estas cifras, más de un 60% de la población estadounidense apoya la pena de muerte...

Con ello, tristemente, hago un balance y pienso que no es pena de muerte, sino una pena de vida de aquellos que piensas que el mayor castigo para un hombre es acabar aniquilándolo ante un público que se reúne como testigo... Creo que es volver a la quema de brujas, solo que con electricidad para una silla y avances médicos para medicinas letales, una de las cuales ha acabado hoy mismo con la vida de Troy Davis.



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