0

Último Aviso

Era un día normal… ¿o quizás debería decir “una noche”? Supongo que no importa. La majestuosidad del universo descansa en su interminable oscuridad. El caso es que el motor de mi nave exigía un aterrizaje forzoso y yo me encontraba a demasiados kilómetros de mi hogar. Sospecho que esas fueron las razones que me llevaron a visualizar ese pequeño y diminuto punto azul como una posible zona de descanso, en verdad, un color demasiado engañoso para un planeta de bipolaridad oscura. El cómo llegué y aterricé y la forma corpórea que tomé es lo de menos, prefiero reservármelo para mis diarios de abordo. Lo que vi, sentí y experimenté son las tres cosas de las que quiero dejar constancia, ya que de lo contrario, será el fin.

De sobra conozco cómo funciona el cuerpo humano, llevo milenios estudiándolo, pero hay algo que por más que investigue, nunca podré explicar. Me refiero a las relaciones interpersonales que acaban en conflictos, a la forma de solucionarlos, al carácter problemático que tiende el hombre cuando se ve encasillado… en definitiva, a realizar la maldad con suprema facilidad sin prever que existe el camino del bien. Son recuerdos espantosos los que guardo de mi viaje al Planeta Tierra. Sentí el llanto de una madre que perdía a su hija, el clamor de un marido ante la lápida de su esposa y el dolor que produce un corazón roto. Vi misiles lanzados a larga distancia, bombas exterminando pueblos, ciudades y naciones; cuerpos sin vida ni nombre que la propia tierra consumía y hacía suyos y grandes manchas de humo cubriendo un gris amanecer. Fueron sensaciones desconocidas, horripilantes a mi ser. Nunca creí que “el planeta bendecido” pudiera ser tan cruel. Pero eso no fue lo peor. Profundicé en el interior de la mente humana y vi descontento ante lo poseído: ambición de más. Me di cuenta de que nadie quiere ser lo que es, todos pretenden ser sobrehumanos, quizás mediante la investigación que permite desarrollar la totalidad de la capacidad intelectual humana o bien queriendo buscar algún tipo de fantasía sobrenatural…
¿La gran paradoja? Estudian lo extraño y se asustan de lo desconocido. Quieren cambiarlo todo a su antojo, a su interés, adentrándose en un perfecto egoísmo. ¿Qué pasaría si ese don les hubiere sido concedido a los humanos? Pude conocer que son seres que no saben vivir en libre albedrio, es como si necesitasen obedecer, ser guiados para saber ser uno. Los denominé “libres prisioneros”. Me horroricé ante la ignorancia encontrada. Eran seres creados solo para servir a los nuevos dioses electrónicos, fundados por sí mismos, como una nueva forma de idolatría de la cual ni siquiera conscientes.
No pude seguir respirando su sucio y contaminado aire, moriría si pasara un lustro más en su rota y desmembrada tierra. Es por eso por lo que pensé que sería buena idea dejar constancia de mis palabras. Creí que quizás alguien encontraría mi escrito y reflexionaría sobre su carácter, dejando una palabra de consuelo y alivio a la humanidad. Esto no es una carta de ayuda, ni siquiera un consejo del planeta vecino. Es un aviso de que si no volvéis sobre vuestros pasos, el camino recorrido os llevará a la senda de gran oscuridad. He visto cómo esto ha pasado en cientos de civilizaciones, solo que en esta, disfrutáis de dones que os han sido concedidos y los cuales ignoráis por completo. No puedo escribir más. Siento peligro cerca. Si alguien encuentra esto, que lo haga llegar cuando antes al resto de personas. Usen uno de esos periódicos donde cuentan cosas. Dicen que son bien leídos. Finalizo con el mensaje de que mis palabras serán el inicio del final, pues conociendo la situación, su no – arreglo, supondrá una caída en picado. El principio del fin de un pequeño y diminuto punto azul.

0 comentarios: