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Hay alguien ahí

Cuando alguien se mira al espejo ¿Qué ve en él? De hipócrita tacharía la respuesta que dijera que a sí mismo, porque no es real. No somos lo que aparentamos ni la carcasa humana con la que cargamos… ¿acaso alguien eligió ser como es sin ayuda de un bisturí? En absoluto, porque ello no representa lo que verdaderamente se es…

Ser quién no se es, convertirse en alguien a quien “admiramos”… patético… ¿o quizás debería suavizarlo y decir “sin sentido”? Sea como sea, es el sentimiento dominante siempre estará presente en la extrema delgadez curvilínea de las féminas o en la fibrosa musculatura de un masculino cuerpo metrosexual. Y todo eso ¿para qué? Si tu respuesta es “sentirse a gusto con uno mismo”, amigo mío, deja de leer, el resto de artículo te aburrirá y, seguramente, será opuesto a los valores que te ha impuesto esta obsesionada sociedad… si, por el contrario, tu respuesta es “por salud”, entonces, sinceramente, busca un especialista… Ahora bien, ¿por qué huir de quienes somos? ¿Tan horribles nos vemos por dentro que queremos divinizar lo de fuera? Un viejo amigo contestaría “paparruchas”… Yo añadiría, completando la interrogante paradoja inicial que, incluso la persona más ciega de este mundo sería capaz de ver quién es realmente sin necesidad de tener un espejo delante.
“¿Paradójico?” Pensarás… Si es así, amigo, te dije que dejarás de leer unas líneas más arriba, pero si de verdad te interesa esto, atiende, porque tras un amasijo de huesos, venas y órganos vitales, un poco desagradable para muchos pero realmente necesario para todos, se esconde algo etéreo, invisible a la vista pero perceptible al ser humano. Es nuestra “esencia”, algo sin nombre definido pero que todos y nadie han constituido, fruto del proceso de socialización o simplemente algo que está unido a nosotros, de manera innata, pero que va más allá de nuestro propio ser. No sabría definirlo, pero sí tengo claro que es más que unas cuantas moléculas unidas, células vivas o la simple materia. Tenemos algo que, para bien o para mal, nos hace llegar lejos para alcanzar nuestras metas o retroceder con el fin reconocer nuestros errores y poder avanzar…
Sentimos, soñamos, deseamos y anhelamos. Recibimos y enviamos constantemente expresiones capaces de definir nuestros estados. Eso sin hablar de nuestros sentimientos, irracionales para la humanidad hasta el punto de recrearse en épocas históricas de influencia literaria. La retroalimentación global muestra que los pasos andados por este mundo nos hacen caminar por nuestro propio sendero vitalicio con la finalidad de encontrar algo que no sabemos exactamente qué es, pero que no podemos dejar de buscar; algo que está más cerca de lo que pensamos, pero muy lejos de nuestro conocimiento en verdad… algo que el propio cinismo y la intolerable ironía se encargan de disfrazar y ocultar como cuando una anciana, que es la vida, esconde con temor la foto de su nieto, (metáfora de nuestro reflejo en el recuerdo) tras sus arrugados y desgastados harapos. Al final, no nos queda de otra que andar ese camino al que llaman “vida” con la ignorancia de no saber quién se es, qué buscamos y, por desgracia, en qué nos estamos convirtiendo; a mi parecer: simples trozos de vida en surcados pliegos de muerte.

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