0

Comunismo Cultural



Hace siglos se hablaba que el valor de la originalidad residía en la existencia exclusiva de una obra artística, en no poder copiarla y en conservar en su interior su “aura”. El aura se entendía como ese espíritu que cada creación tenía y que evocaba, en el momento de su contemplación, el sentimiento que su autor le había querido dar. Existir dos obras iguales era dividir esa aura en dos partes: el original y la copia. Esto se consideraba una falsificación en toda regla, la ruptura de la armonía artística y el comienzo del vandalismo ilustrado.
La imprenta rompió tímidamente esta línea de pensamiento multiplicando ejemplares de obras que perdían su originalidad pero que portaban en sí las mismas ideas y pensamientos que el manuscrito inicial. Se visualizó como una forma de distribución de conocimiento. Sin embargo, la fotografía no tuvo la misma recepción que la copia literaria. Poder, ya no solo imitar, sino captar en su totalidad la imagen de una obra determinada podía suponer absorber a la vez su aura, o mejor dicho, poseer un aura falsa, porque, recordemos: la imagen es sólo el icono de la obra. La visualización es la misma pero la transmisión ilustrativa que se inspira no. Esto era algo que podía aturdir completamente la concepción social que se tenía de lo artístico. Poseer una copia de un original era poner en cuestión un doble interrogante: ¿vale más el formato o el contenido?
Bajo esta duda llegábamos al siglo XXI, una época en la que la información se adueña de las vidas y la tecnología sirve como soporte y base de nuestros hábitos y costumbres. El nacimiento de Internet como “gran red social y de conexión mundial” ha cambiado las mentalidades. El comunismo se impone ahora como movimiento en la cultura del planeta. Con ello, cualquier obra puede ser descargada con un simple “click” sin valorar, ya no su originalidad, sino la inversión que se ha llevado a cabo para su producción y el equipo de trabajo que ha sido necesario para su realización. Pero ¿hasta que punto es lícito o no utilizar Internet como instrumento de piratería? Ya desde su creación se vislumbraba esta posibilidad ¿por qué entonces fue permitido en su momento? Dar al mundo una herramienta y después pedirle que no la utilice no es la manera de solucionar un problema. El trabajo personal no debe de ser transferido, pero el provecho económico extraído de éste debería entonces ser el justo y no el impuesto para sacar beneficios extra. Tampoco es la solución imponer un canon mediante impuestos indirectos en los materiales informáticos para nivelar las pérdidas económicas que la piratería supone. No olvidemos que no todo el mundo piratea. No se puede prohibir algo obligando a pagar un impuesto sobre lo que no todos consumen. Podríamos determinar que la solución sería crear lo más parecido a un mercado libre donde el precio justo se equilibre bajo las leyes de la oferta y la demanda permitiendo un comercio regulado y compartido a niveles pertinentes.

0 comentarios: