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¿Y si la vida sí que pende de un hilo?

Puede que sea una noche cualquiera... no hay nada que destaque en este día que precise de una considerable atención. Las horas han seguido el mismo ritmo paulatino que ha marcado mi minutero. Una de dos: el tiempo se hace viejo o yo me recreo demasiado en él. Algo me desconcierta. Algo llama poderosamente mi atención. Ya no soy yo quién escribe estás líneas: mi vida ha cambiado de narrador.


Dicen que el destino es una red enmarañada de hilos que juegan a cruzarse entre sí y crear lazos a los que llamamos "vidas". Suena idílico, un concepto casi romántico que a todos nos gustaría abrazar, pero no lo hacemos: lo padecemos. A veces por rutina, y en ocasiones por desconcierto, durante ese camino que recorremos nos encontramos ¡y hasta logramos reconocernos! Y no hablo de terceras personas, sino de nosotros mismos. 

Nos convertimos en ese laberinto inacabado que queremos reconstruir a base de errores cometidos, un reflejo de lo que pudo haber sido y que, en el fondo, creemos que podrá ser. El ser humano yace sobre el sueño, delira con la fe. Y así pasan los días, uno tras otro, convirtiéndose en números que mueren tachados en rojo en un calendario colgado de la pared.

Intentamos hacer del presente nuestro argumento, del pasado un relato que contar... ¡hasta rescatamos del olvido pequeños recuerdos que luchamos por hacerlos memorar! La agonía de dejar una huella en el tiempo y un rastro en los demás nos convierte en creyentes... retozos de espíritus que buscan la eternidad. La vida pasa, los nombres permanecen.

Y mientras tanto, el mundo gira. Sigue su curso... si nuestra vida es un hilo, ¿quien se entretiene en enredarlo? Anhelamos averiguar las reglas para hallar la manera de parar este juego, pero obviamos que, cuando lo intentamos, perdemos la partida de nuevo: el tiempo sigue pasando, se agota, nos derrota. Siempre gana. Si lo invertimos en una tarea imposible, perdemos. Esa es la primera norma, algo que nos cuesta mucho visualizar.

Vivimos pendientes de dos espacios: el que nos rodea y el que creemos que debe rodearnos. ¿Hados superiores determinan nuestras hazañas? ¿El libro de la vida ha fijado ya nuestro sino? ¿O somos tan malos personajes que preferimos ser narrados que vividos? 

Hombre es quien determina su meta, avanza hasta ella y logra su propósito; ayuda, y no elimina, a quién se cruza en su camino, y no coge atajos, porque confía en que el tiempo no va en su contra sino a favor. Hombre es quien asume que, después de todo, vale más lo andado que lo anhelado, pues no solo se afana en conseguir sus propósitos, sino que disfruta la forma de hacerlo y, tras lograrlo, continúa caminando porque entiende que, después de todas las piedras con las que ha tropezado, lo que queda es la experiencia de haber sabido esquivar las caídas y contribuido a que otros no cayeran a su lado. 

Pero, ¿quién determina esto? Eso es lo más divertido: nadie lo hace. Cada persona es un mundo y cada mundo es una red de almas dispuestas a encontrarse, hilos que se enredan y conforman vidas. Entre narrar una historia y vivirla existe un abismo, pero entre la vida y la muerte solo queda el guión que separa la fecha de inicio de la del final. Y ese es el resumen de nuestro paso. 

Mientras lees esto y respiras, mira tu mano. Cierra tu puño. Siente su fuerza. Coge aire. Siente la vida. Todo lo que buscas, todo lo que pretendes lograr, es tan sencillo como lo que acabas de hacer. Si vas a emprender este viaje, al menos sé consciente de su paso. No vivas como si el mañana fuera un día más, hazlo como si hoy fuera el último día. No mires al pasado como algo de lo que huir, hazlo como algo de lo que sentirse orgulloso. ¿Y los errores? Siempre estarán presentes... ¡es así como aprendemos! Pero si algo tenemos a nuestro favor es el tiempo, que nos invita a tomar un minuto más para ayudarnos a recapacitar y solventarlos. 

Crear el mundo en el que queremos vivir es innovar en una sonrisa, construir abrazos que sirvan de puentes entre dos corazones y tejer nosotros mismos el día a día... ¡qué para eso la vida es una red de hilos que juegan a cruzarse! Hacer de la rutina una oportunidad de cambio es la manera de sentir que nunca es tarde para empezar, pues toda historia tiene un comienzo y, cada una, merece ser contada.

¿Comenzamos a narrar?

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