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Un horizonte sin tierra

Cuando el agua y el cielo se unen en textura y tonalidad recrean un horizonte infinito. Al mirarlo, la vista no llega a alcanzar cuán lejano es su fin. El océano parece terminar donde la tierra nunca comenzó. Es simplemente un abismo de nostalgia rodeado de nubes. Soledad y horror es el silencio que precede a la tempestad.



La imagen quedó presa en un segundo dentro de un negativo. Ahora es mostrada al público en galerías, donde todos pueden observar los mismos claroscuros de una realidad perdida en el recuerdo, hundida en lo más profundo del mar, el mismo que ahora esconde sus secretos. Ellos, desesperados, han intentado cruzarlo numerosas veces. Algunos lo consiguieron, pero llevan en su oscura piel la marca del rechazo; otros fracasaron en el intento, y su valentía nunca será reconocida, porque nadie se acordará nunca de ellos: el agua se los tragó y las olas abrigaron su desconsuelo.

Y así, cada día, la historia se repite. Sólo cambian sus caras, sus cuerpos, sus vidas… pero siempre son los mismos. Sí, son los mismos para nosotros que, desde nuestro hogar y en la tierra que nos vio nacer, observamos una tragedia que no tiene fin. Es fácil para aquel que se siente seguro porque está dentro de los límites establecidos y duerme tranquilo porque no espera que alguien lo deporte mañana. Soy yo, eres tú, somos todos: aquellos que ya hemos olvidado que nuestras lágrimas son igual de saladas que el mar que ellos quieren cruzar.

Para ser sincero, hoy escribo este artículo desde un lugar diferente de dónde debería escribirlo. Sé que no debo estar aquí, pero era la única estancia que he encontrado. Miro constantemente a mi alrededor; no dejo de pensar que alguien vendrá a echarme en cualquier momento, pero me da igual. No me importa. Hoy no soy yo, hoy soy uno de ellos, el mismo que, en su soledad, siente el horror y el silencio que precede a la tempestad.

Por eso, entre los suspiros que arroja mi agitada respiración, entiendo que las fronteras no existen y que los límites no son reales. ¿Quién determina donde empieza mi tierra y acaba tu hogar? ¿Quién impone el castigo por cruzar esa línea imaginaria? Nosotros. Nosotros somos esa barrera, esa sanción que busca el reajuste de un mundo natural en el que estamos de prestado, pero al cual ponemos condiciones. Nosotros, que en lugar de ser agradecidos nos volvemos autoritarios y nos olvidamos de compartir para comenzar a repartir, sólo que no igualitariamente. Y así, mientras oteo el horizonte que escapa de la mano del hombre, no dejo de pensar que si el mar y el cielo se han unido a lo lejos es porque nunca nadie ha podido prohibirlo.

2 comentarios:

  1. que bonito, creo que es la mejor entrada que he leido!

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