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El negro panteón del interés humano


Partiendo de la insensatez y volviendo a la realidad es muy delgada la línea que separa estos dos grandes campos de batalla que se han convertido en dos inmensos mundos por cuyos portales vaga la humanidad en busca de respuestas a la pregunta de qué hacer para dominar este inmenso bálsamo de desperdicio social, un simple reflejo de la destrucción que el propio hombre ha logrado gracias al consumismo, el poder y la ambición por el control. Es cierto que éste mundo se hace llamar “planeta azul” pero, si profundizásemos aún más en nuestro propio entorno, bien se podría cambiar este apelativo por “planeta negro”; no sólo por la contaminación que cada día llama a la puerta de nuestra casa con la esperanza de contemplar un mundo mejor, más limpio y respetable, sino por el espejo de degradación humana en el que el propio hombre mira.


Vivimos en un vórtice de interrogantes cuyas réplicas quedan en el aire. En su interior, el hombre no es capaz de habitar en lo desconocido; necesita saber, tiene ansias de conocer y cuando no puede hacerlo, crea de la nada una categorización para denominar un origen a las cosas y encuadrarlas en su conocimiento ¿Es una forma de callar el miedo a lo desconocido? No. Es afán de dominio, una ambición que nos ha engañado siempre, desde el principio de los tiempos, manifiesta en la ley económica fruto del ‘crack del 29’. Esta dice que las consecuencias de una falsa afirmación pronto brillan con luz propia y que, ante una mentira, las consecuencias que se derivan de ella crean realidades que hace que la primera y falsa premisa sea veraz… ¿Qué estamos haciendo entonces? Muy sencillo: crear el panteón del interés humano.


Ante estas reglas del mundo (pautas que nadie ha puesto pero que están ahí) cada individuo crea su propia teoría; por decirlo de algún modo, es la revelación ante las personas que por su afán de controlar todas estas circunstancias, y con ello dominar la situación y a todos los que se encuentra en ella, dan poder y control a aquellos que, o bien buscan de manera inconsciente una justicia igualitaria no materializada en el ambiente o, simplemente, por conseguir sus propios intereses, se levantan ante su adversario como animal que libera una lucha por la supervivencia. Es un círculo vicioso infinito en el que el hombre prefiere pensar que siempre tropieza con la misma piedra en lugar de creer que posiblemente tenga la piedra encadenada a un tobillo y que, en verdad, es prisionero de sí mismo. Pero hay algo muy importante en todo esto ¿Cuál es la cadena que ata al hombre a esa gran roca que incesantemente y de manera inconsciente arrastra cuán castigo le hubieran impuesto? El dinero.


No es posible dar una concreta solución que redujera este problema a una eficaz respuesta, incluso este escrito quedará como simples y acordes palabras grabadas en un trozo de papel que, aunque el viento no llevara, el recuerdo borraría y el olvido mataría sin condición. Sin embargo, es demasiado tarde; el mundo ahora es un río desbordado que ha perdido su caudal fijo y nos ha convertido en víctimas de lo que hoy somos: ¿Juez y parte? No. Víctima y verdugo.

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