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Salida de Emergencia

Los anhelos y deseos, obviamente, son etéreos a nuestra esencia, pero ¡maldita sea! Son tan reales en nuestro interior y se hacen manifiestos con tan poca facilidad que casi podemos vivir un espejismo irreal con todas sus perspectivas. Eso es lo que pasa cuando nos marcamos metas que no dependen enteramente de nosotros mismos, que la gran mayoría de las veces, entre las filas de la carrera, encontramos personas que avanzan más rápidamente que nosotros… Obviamente, no son contrincantes, ni tampoco enemigos en sí, simplemente son individuos iguales a nosotros que acaban alcanzando el deseo objetivo de nuestra lucha, dejándonos en los boxes de nuestra vida.

Marcar las metas es el principio básico que nos mueve a avanzar cuando no hay impulsos que nos empujen a seguir nuestro camino, pero, cuando no las conseguimos ¿debería significar eso un retroceso? No lo sé. Quizás sea una respuesta del gran hado divino que nos dice que no debemos intentar lo que no está de nuestro lado por mucha ilusión que le pongamos. Quizás sea verdad y nuestra historia ya ande escrita en algún libro del cual no podamos escapar y seamos personajes prediseñados que anda caminos marcados ante la absurda idea del libre albedrio.

Y todo ¿para qué? Normalmente, la resolución que obtenemos es darse de bruces ante la imposibilidad de nuestra decisión y conformarse con un “el tiempo te mostrará un por qué razonable”. Mentira. No es el tiempo el que lo demuestra, es el principio de permanencia el que nos empuja a pensar que el tiempo y espacio que no empleamos en un sitio, lo emplearemos, sin más remedio, en otro. Que sea o no más gratificante, nunca lo sabremos porque nunca podremos conocer la otra cara de la moneda que no se nos permitió contemplar y ¿qué hacer al respecto? Está claro que aunque pataleemos con la vida, desilusionados como niños pequeños, y queramos dejar de caminar por sus senderos vitalicios, no haremos nada, porque al fin y al cabo, no decidir significa tomar una decisión. No avanzar, podría significar avanzar hacia otro lado… pero como al final la marcha de nuestro viaje se supone que la decidimos nosotros, quizás también signifique retroceder y volver a andar sobre nuestros pasos para marcar un retroceso que deje atrás esa meta que no hemos alcanzado, de manera que acabemos volviendo a nuestro punto de inicio y nos preguntemos ¿qué nos impulsó a querer correr en una carrera que no hemos ganado? Quizás ese sea el inicio de conocer que a veces las necesidades por la que luchamos las peleamos de manera errónea, o simplemente que huimos de algo a lo que algún día tendremos que enfrentarnos, en una gran mayoría de las veces, nosotros mismos.

Aún así, sería inútil pensar que las metas siempre se cruzan. El no pasar por ellas, simplemente es una forma de aprender que no todo se puede alcanzar, que encontramos rascacielos que nos sobrepasan… ¿debe ser eso algo negativo e influenciable en nosotros? Dicen que en absoluto, que torres más altas han caído. Lo que sí es cierto es que los grandes edificios se tambalean fácilmente ante la tempestad… quizás no alcanzar esa altura en la sociedad sea la manera de decir que la estabilidad se encuentra en la seguridad de la edificación, no en su elevación sino en su solidez, una buena base donde asentar nuestra esperanza.

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