La noticia del día
Desperté temprano en la mañana bajo el sonido sordo de una radio que parecía no sintonizar ninguna cadena en concreto. Siempre he admirado abrir los ojos e iniciar un nuevo día bajo la voz de una persona que relata la última vuelta que ha dado este Mundo en los acontecimientos públicos más novedosos y actuales. Sin embargo, esta mañana no ha sido así. Por alguna razón, la señal no llegaba.
Mantuve mi rutina diaria y calenté dos tostadas y un poco de café. Un largo día esperaba tras la puerta de mi casa, y antes de salir, tenía que retomar algo de fuerzas para enfrentarlo. Mientras terminaba de vestirme escuché como la tostadora lanzaba al aire esas dos rebanadas de pan calientes a la vez que absorbía el cálido aroma de café recién hecho. Me senté para desayunar y cogí el mando a distancia. Busqué un canal donde encontrar un telediario decente que me contase la última hora de la actualidad informativa de la jornada de hoy… pero era como si mi televisor se hubiera estropeado… A pesar de ser de pantalla plana y con un sistema TDT integrado, todos los canales parecían haberse puesto de acuerdo para no emitir nada. No entendía qué ocurría, pero mi reloj hoy no me daba tregua a pararme a pensar en ello y buscar una solución… Ya lo arreglaría al regreso de mi trabajo. Desayuné rápido, cogí mis cosas, me abrigué y salí a la calle.
Caminé haciendo el mismo recorrido que siempre hago, cruzándome con las mismas caras, oyendo las mismas frases a mi alrededor… todo era tan igual al resto de días… todo excepto algo… Ese día no era como todos los días. Llegué a mi kiosco particular donde el vendedor, ya casi como un amigo, sacó el ejemplar del periódico que siempre pido… ‘¡Por fin algo de información!’, pensé. Al pagarle como siempre hago, y de camino al metro, algo ante mis ojos hacía que ese maldito día cobrara un sentido trágico y espantoso que marcaría un antes y un después… Todas y cada una de las páginas del diario que había comprado estaban en blanco. Nada había sido escrito. Ninguna imagen del día abría, cerraba o estaba inserta en alguna de sus páginas. Ninguna firma, ningún artículo, ningún editorial… absolutamente nada. ¿Qué estaba pasando? Sí, tenía todos los medios a mi disposición. También contaba con amplia tecnología moderna para buscar lo que más me interesara, pero… ¿Dónde se había ido la información?
Comencé a pensar como una gran empresa mediática y por un momento creí que esto se trataba de una gran campaña de marketing… una especie de “parón informativo”. Pero nadie parecía sobresaltado de alguna manera. Todos seguían sus anónimas vidas rutinarias sin percatarse de ello. Entonces me di cuenta de algo. La gente se había cansado de ser receptores de noticias negativas: crisis, recortes, política, desempleo, contaminación… Todo era tan siniestro que el hombre había decidido vivir desconectado… sin ellos, sin los lectores, espectadores, oyentes o usuarios, los medios no eran nada. Su declive había sido tal que, a modo de triste despedida, ese día la noticia era que no había noticias. Aunque sí hubiera información, ésta no tenía sentido sin un receptor que la procesase. Me entristecí tanto que, en el blanco periódico que tenía sobre mis manos titulé: “La noticia del día”.
Posteriormente escribí:
“¿Supone el despertar de la conciencia humana una desconexión con una realidad que, aunque pésima, es manifiesta y vinculante a nuestro propio ser?”.
No supe que más añadir. Dejé el diario sobre un banco y me marché. Solo tenía una esperanza: que alguien se sentara al lado y lo leyera. Esto realmente despertaría su conciencia. Al fin y al cabo, esa siempre ha sido la finalidad de los medios de comunicación.
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