Héroes (in)dependientes
Raul era tan solo un niño cuando la furia, el odio y el coraje de su padre recaían sobre él. Gritos y palizas se sucedían continuamente ante las lágrimas de su madre. La solución estaba sobre la mesa: llevar al niño lejos. Pasaron dieciocho años y Raul se convirtió en un hombre diferente. En un mundo lleno de individualismo y dolor, no recordaba sus orígenes, desconocía a su familia. Estaba sólo. Pero todo eso cambió cuando apareció ella, una chica que decidió acompañar su soledad mediante una unión lejos de la sentimental... Las drogas apadrinarían su noviazgo. En la actualidad, y fruto de ese enlace, Raul se encuentra con tres hijos a los que lleva cuatro años sin ver. Su historia se repite. Sin embargo, ahora tiene algo que antes no tenía: una causa por la que luchar y salir adelante.
Similar es la historia de Antonio, un hombre que lo perdió todo olvidándose de quién era y de lo que tenía. Buscó el interés y el beneficio a toda costa... Arriesgó sus vínculos familiares, su salud y su propia libertad. Y todo ello lo perdió. Alcohol, drogas y problemas con la justicia se convirtieron en sus aliados. Sin embargo, hay algo que conserva intacto: su voluntad. Sabe que de ella depende su futuro, y al verse con una novia que lo espera fuera y un hijo, encomienda su vida a aquel que, a lo largo de su camino, nunca lo juzgo: Dios.
Tintas de drama se ciernen sobre Fernando. Tiene 54 años, aunque su aspecto es de 63. Él no solo tiene hijos y hermanos, sino que también tiene nietos. Una gran familia que lo olvidó. A pesar de que Fernando ha perdido la memoria a corto plazo, el nunca dejó de recordar a cada uno de ellos. Se aferra y obsesiona a recuerdos que, a modo de complementos, lleva colgados de su cuello. Prefiere poner una sonrisa en lugar de dos lágrimas y sabe que está en las manos de aquellos que, un día, se pueden acordar de él. Seguramente si lee este artículo, mañana ya no lo recuerde.
Juan Antonio corre otra suerte. El sí recuperó a su familia: hermanos, hijos y nietos. Todos excepto a su mujer. Sabe que esa es su asignatura pendiente. Pero reconoce que su carácter, unido a sus problemas de alcohol, le ha llevado a donde ahora está. Es un hombre de campo, amante de los animales, que ahora ve el mundo desde unos ojos cuya visión, por primera vez, no está borrosa.
Tener la posibilidad de cambiar la perspectiva es algo que no todo el mundo puede hacer... Es el caso de Francisco que, de origen cordobés, vive de clínica en clínica para salir de su problema de alcoholismo. Es un anciano que, dada una minusvalía de más del 60% en los pulmones, requiere muchos cuidados y, de no tenerlos, antepone su carácter a ellos. No se adapta en la convivencia y vive en un constante enfrentamiento. Si pudiera pedir un deseo, preferiría volver a la clínica donde estaba antes ingresado que un poco más de salud.
Todos ellos son residentes (que no internos) de una asociación cristiana sin ánimo de lucro llamada "El buen samaritano". Con sede en Córdoba, drogodependientes, alcohólicos y toxicómanos conviven juntos con un mismo propósito: la rehabilitación y reinserción social. Durante tres días he podido vivir con ellos. Me han enseñado mucha artesanía y trabajos de campo. Se levantan a las 06.30 de la mañana, cenan a las 20.30 de la tarde y se acuestan a las 22.00 de la noche. Así pasan días, semanas y meses... Sus vidas no cambian. Y ellos así lo prefieren, después de todos los vaivenes que han sufrido para llegar hasta aquí. Luchan por conseguir la normalidad para que su pasado no los persiga continuamente. Y, en su tratamiento diario, demuestran que la droga, normalmente, no es un problema origen sino la consecuencia de una causa anterior. Y como dijo Bernardo, un voluntario alemán de 20 años que está en el centro: "Hay peores personas en la calle que las que se encuentran aquí dentro".
que bonito Emilio!! sigo esperando ese spot, pero me ha gustado mucho el artículo
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminarEn breve verá la luz...