El fin que no justifica a los Medios
“Cuando la necesidad aprieta, la humillación no tiene precio; la desesperación se adueña del ser y se rebaja a la súplica por un empleo donde sentirse útil como persona”. Esta posiblemente sea la idea que más de un español puede tener en mente y que ha sido fervientemente reflejada por Alex de la Iglesia en su nueva cinta “La chispa de la vida”, título que hace referencia al eslogan de Coca Cola. La veraz historia sobre cómo nace el famoso spot se mezcla con la ficción que refleja la realidad de la vida de un hombre en desempleo.
Un accidente el día de la inauguración del Museo Romano de Cartagena da pie al director bilbaíno para hacer una doble crítica a los medios de comunicación. Las formalidades del tratamiento mediático de la noticia, la ansiosa búsqueda de la exclusividad y la pérdida de la moral informativa son algunas de las características más que certeras fielmente reflejadas en el film, que tiene por bandera que el interés económico del financiador informativo carece de escrúpulos contractuales. De la misma forma se muestra el reflejo de los videoaficionados que, al mínimo precio y viéndose con fortuna, ceden sus grabaciones con la única finalidad de aumentar el morbo que ellos mismos sienten al tomarlas. Sin embargo, un atisbo de esperanza pondera el complejo mediático en la figura de un equipo periodístico que rompe con el sensacionalismo televisivo para simplemente ser testigos de una dramática historia que merece el respeto del afectado y sus familiares. Ante todo este panorama que tiene como escenario las ruinas de un teatro romano, las multitudes se agolpan para ser espectadores de una historia que se construye por minutos, elogiando a la locución latina de “pan y circo”.
Un debutante Jose Motá llega a la gran pantalla encarnando a un hombre cuyo accidente le ha dejado postrado entre los yacimientos y con un hierro clavado en la cabeza. Su situación es tan alarmante que, siendo consciente de que se ha convertido en el ´boom informativo´, y bajo sus conocimientos sobre publicidad, decide sacarle partido al momento y vender su historia al mundo. Una dura Salma Hayek representará la esperanza, serenidad y racionalidad en un ambiente mediáticamente irracional y desmesurado que parece nublar el sentido y la conciencia de todos. Sin lugar a dudas, ante la dramática situación que presenta, Mota consigue que el espectador olvide sus cómicos personajes para ser testigos de un acontecimiento que podría dar la vuelta al mundo bajo la imagen preconcebida de la difícil situación de un hombre en desempleo que vende su dignidad para sacar adelante a su familia.
Entre imágenes muy estigmatizadas que idealizan prácticamente una crucifixión, encontramos a un protagonista acompañado en todo momento de una Hayek demasiado reflexiva y poco dramática para una situación tan extrema como la vivida y a un representante que, literalmente, se encarga de vender a su representado.
Aún así es importante destacar ciertos descuidos por parte de la producción como el dejar al herido con la camisa abrochada hasta arriba y la corbata puesta mientras que el equipo médico en ningún momento se preocupa por quitarla, algo que en una situación como esta, es lo primero en hacerse…
A pesar de todo, una cinta como esta, cuyo género ronda entre la comedia y el drama y que hace reír y al momento sobresaltase por el giro de los acontecimientos, es merecedora de tal digna sensación a la salida del cine de haber invertido el precio de la entrada en ser testigos, más que de una película, de un hecho y eso es algo que hay que valorar en la historia cinematográfica del cine español.
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