Las edades del Mundo
Hace cientos de años que oigo voces del pasado anunciando la llegada del fin del Mundo. Hablaban de miles de antiguas profecías que en cuestión de semanas o meses se verían cumplidas. Hacían apología de la numerología que anunciaba la esperada fecha en que, de alguna forma, todos serían arrebatados. Unos pensaban que la Tierra eclosionaría en el Universo o que un asteroide destruiría el planeta azul. Otros, simplemente, que Dios vendría a recoger a los suyos, dando a los malos su merecido castigo. El asunto era en todos los casos el mismo: el Mundo tenía que acabar. Mis ojos se horrorizaron ante esta sentencia y se clavaron en la cuestión de: “¿Tan cansada está la humanidad de existir que pierde su valioso tiempo de vida en buscar cuando será el eterno final?”.
He visto pasar cientos de Navidades rodeado de todo tipo de personas. Generaciones y generaciones de individuos que celebraban la festividad en el calor de la familia o la amistad. La forma de subsanar esa gratitud no era otra que recompensar a la persona (siempre con cariño y amor) mediante un presente. No se estimaba tanto algo caro como algo valiosamente sentimental. Fue hace mucho tiempo cuando, por última vez, vi a un niño abrir un regalo. Recuerdo como sus ojos se engrandecieron y brillaron por completo al conocer el contenido del interior de la caja. Rodeó con sus brazos a sus padres y eran todo palabras de agradecimiento y extrema felicidad… Nunca vi a ese niño preguntarse cuándo su regalo dejaría de funcionar para siempre… ¿Tan poco apreció el ser humano el regalo de la vida que no le bastó con disfrutarlo para también querer saber cuándo y cómo acabaría?
En efecto, y escribiendo esta epístola desde una fecha futura a la actual, he de confesar algo: yo sobreviví al Fin del Mundo. Vi como todo acababa. Nunca nadie, ni desde la imaginación más cinematográfica que pudiera tener, ni haciendo gala de todas las profecías apocalípticas posibles habidas y por haber, hubiera podido vislumbrar algo como lo que, finalmente, acabó pasando. Hemos marcado con tantos finales al Mundo, que lo hemos dividió en edades y hemos hecho que envejezca. Nos hemos adelantado a su muerte mucho antes de que sucediera, olvidando el regalo de vivir.
El Mundo acabó el día que el ser humano dejó de creer en él, en sí mismo… El mismo día que la humanidad se cansó y decidió que lo mejor que podía pasar era un apoteósico final. Fue entonces cuando todo pasó… ¿El fin del Mundo? No. El Mundo nunca terminó. El ser humano, sí. No aguantó la presión de no encontrar ese final escrito por ninguna parte y de no llegar a conocer aquello que siempre le será desconocido. La humanidad desapareció y solo unos pocos quedamos: aquellos que tuvimos la fuerza suficiente para escribir algunas palabras en trozos papel. Este mensaje ha sido guardado bajo tierra con la fe de que, algún día, alguien lo lea; al fin y al cabo, el ciclo vital se cerraría: la Tierra, una vez más, volvería a guardar el secreto de su fin, con la diferencia de que, esta profecía no marcaría al hombre la edad y hora de morir, sino el momento puntual para empezar a vivir.
Hola qué tal?
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Hola, me ha gustado los comentarios que he leído (he conocido tu blog en 20 Minutos, también).
ResponderEliminarRespecto a "El Mundo acabó el día que el ser humano dejó de creer en él, en sí mismo…" ... ¿tú crees?
Yo creo que el hombre cree en sí mismo... Te invito a pasar al enlace siguiente para leer más.
Un saludo,
Jose - http://josearnedo.blogspot.com/
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"Traspasemos lo existente: el futuro no es una mera prolongación del presente"
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Estimado amigo:
ResponderEliminaren primer lugar, déjame agradecerte tu paso por aquí. Es para mí un oplacer que hayas leído mi articulo.
En cuanto a tu pregunta... Sinceramente, y de manera muy triste, tengo que decirte que creo que sí. Obviamente, no generalizo, pero creo que gran parte de la Humanidad ha dejado de creer en si misma para creer en otras cosas que le son ajenas pero necesarias para justificar su existencia.
Este artículo hace referencia a lo pendiente que están muchas personas a la idea del fin del mundo (y de manera intrínseca, a todas esas personas que creen que no merece la pena seguir viviendo o que están casandas de ello). Por desgracia, muchos humanos ponen sus ojos en todas estas cosas, perdiendo de vista lo verdaderamente importante: la esencia del ser.
Mi conclusión es que el Mundo no acaba... bueno, de hecho y según los mayas, no acabó... Hay cosas que permanecen... el ser humano, no, y con él tampoco la efimera pero auténtica y ferviente idea que puede suponer el regalo de la vida...